miércoles, 11 de diciembre de 2013

Catálogo de publicaciones y precios de Editorial Simulcoop | Año 2013


Después de la superficie
Damián Lamanna Guiñazú
Poesía - Año 2013
$80




La mecánica de los días

Melisa Papillo
Poesía - Año 2012
$60




Manifestación de todo lo visible

Rodrigo Arreyes
Novela corta - Año 2013
$60















Manifestación de todo lo visible
Rodrigo Arreyes
Novela corta - Año 2012
$80





La vuelta
Paula Jiménez España
Poesía - Año 2012
$70




domingo, 10 de noviembre de 2013

Simulcoop presenta Después de la superficie, primer poemario de Damián Lamanna Guiñazú
























Damián Lamanna Guiñazú nació en Buenos Aires allá por el 85, se críó en Ramos y vive en Haedo rodeado de artistas que andan en bici y toman helado de la Flores. Se reconoce fundamentalista de Thom Yorke, Roberto Arlt y Juan Román Riquelme, de quienes afirma son tres de los mayores creadores de la historia gracias a su carácter ciclotímico. Además, ama la música y toca cuerdas en silencio a la espera de una inspiración revolucionaria que le permita abandonar parcialmente su trabajo en el mundo comunicacional. En 2011 publicó la plaqueta Dormir en la espalda de la lengua. En noviembre de 2013 presentará Después de la superficie, su primer libro.


Un edición que raspa, de verdad

Somos como los ladrones que van en una camioneta con los mejores tesoros de cada barrio. Fuimos cargando telas, tijeras, guillotina, resmas y no permitimos que se corte el vuelo, el que nos hace ser la única editorial artesanal en un área industrial, militar y de clase media autodenominada refugiada. Ya pasamos por El Palomar, Pablo Podestá, Loma Hermosa y regresamos a El Palomar. Ahora estamos en Martín Coronado (como el autor, 1850-1919) terminando Después de la superficie, el primer poemario de Damián Lamanna Guiñazú. Se trata del libro de un muchacho que sabe cómo verter aquello que se instala en el frente de la mente y nos raspa con su presencia apercibida. Pasamos meses charlando con él sobre cómo materializar su obra, con sus características, y esta semana recién estamos en la etapa de cosido y armado de tapas. Lo hacemos en nada más que una semana y santificándolo con nuestra ansiedad. Acompañan esta edición las ilustraciones de Ana Belén Barbieri y Anahí Urani.

Lo lanzamos el sábado 16 de noviembre (lugar y horario por inbox), empieza así:


Adelanto de ilustración y poemas de Después de la superficie (Editorial Simulcoop, 2013)

"La superficie de una cama, a veces impoluta y otras inflamable como lo son una nación y sus límites protocolares que contienen a una sociedad tan neurótica como el amor." Prólogo, por Luis Puppo 











































la última vez
te habías sacado la remera
para pegar
y que te dieran
pero hoy te vi bajar del auto
en la puerta de un local
atrás de un cochecito
con un bebé todo rojo

traté de fijarme
si tu mujer
se parecía a ella
pero nada más le vi la espalda
me hubiera gustado decirte
que ese reloj te queda enorme
demasiado vistoso



tierra plana


te invité a pasar a la pieza
para escuchar que me odiabas

no fue la forma de tocarte
ni el olor de otro recuerdo entrometido
en la región más sucia de tus piernas
fue la palabra pieza
sus dos sílabas infantiles
como fragmentos de una totalidad
al borde del desmoronamiento

fue mi lengua de niño libre
el recorrido premonitorio
que partió del primer beso
se volvió tierra plana
y acabó en un túnel vacío
junto a los bocetos de tantos hijos

con que poblamos los rincones

jueves, 7 de noviembre de 2013

La mecánica de los días, de Melisa Papillo (Literatura, Poesía)



Por Pamela Neme Scheij.

“Y llevarse el resto para explorarse a uno mismo” declara el último verso de La mecánica de los días de Melisa Papillo, como cierre de un libro y aparente continuación del crecimiento poético, personal. Un cierre de etapa, que desmiente los cierres y sabe de la continuidad inevitable con que se madura y se nombra, entre el despojo y el duelo, cada aprendizaje.

Al leer este poemario, hay conceptos que se vuelven espalda de las imágenes simples, de la letra cercana, conceptos como: miedo, mandatos, amor, superficialidad, vergüenza, inconsciencia, negación de la inconsciencia, libertad. Cómo no imaginarse varios monstruos acorralados en una escritura obesa, de reflexiones macizas. Sin embargo, eso, justamente acá, no. Sólo abrir estas tapas rojas y negras para hallar que la poesía aún puede ser un pasadizo hacia la verdadera  comprensión de todas las existencias. Melisa Papillo aborda esas experiencias con las cuales nos sumergimos en la vida y emergemos de ella, a partir de la certeza y el silencio de quien desea nacer desde su propio cuerpo, de quien cree que eso es posible y hasta necesario a través de la poesía.

La mecánica de los días erige su interior en dos partes, en veintidós poemas, en dos ilustraciones removibles como fotos de álbumes antiguos. Allí, la sutileza más acertada con que pronunciarse a uno mismo: “El primer sentimiento de mi vida funda/ la génesis de una cadena/ de otros sentimientos. / El miedo/ a todo lo que estuviera fuera de mí/ y sobre todo dentro”. Así se presenta esa mecánica de los días que funcionará para activar al yo del final, quien aprendió de tanto apretar los dientes y se va para explorar.




La fundación emocional de la vida en el miedo, el mandato familiar de “esconder en la despensa/ lo que se come/ y guardar en el fondo/ lo que alimenta de verdad”, el miedo, entonces, a anunciar abiertamente lo que se vive, lo que fluye entre los escollos de la propia memoria: “todos tenemos un recuerdo/ que hace apretar fuerte el puño contra un hueso/ y pregunta ¿por qué?/ los guardé con la vergüenza de que salgan”, puja por desatarse desde el centro de estos poemas. Sin embargo, ellos no quedan atrapados en una valoración sobre la génesis del ser, ni en su maduración primaria; de ahí disparan a una búsqueda introspectiva que se alimenta de un afuera cotidiano y enorme, tan íntima y exacerbadamente como las personas sentimos desde nuestro adentro nuestro afuera.

De manera precisa y en línea con el tono sencillo, se recortan las historias de amor de dos como una percepción de lo que son: “Si me quedo con vos/es porque me enseñaste a robar/las bolsas del supermercado/y todavía confío en el juego que hacemos/de cerrar los ojos y que me guíes en la calle”, de lo que podrían haber sido: “creí verte entrar en la casa llena,/nuestros hijos correrían/vivos por esa mitad que dejaste”, o de lo que podrían ser: “Todos nos asomamos desde lugares/ que todavía no nos pertenecen”. Especialmente, de esa experiencia del amor para el sujeto que busca recrearse tras la espera y la resignación: “Fui sacando las letras de entre mis dientes/los espacios de mis muelas/y te armé este poema/para que sepas/que aprendí algunas cosas”.

En La mecánica de los días ocurre el mundo adentro y afuera; el propio de un yo que nombra, que recuerda, reflexiona y fantasea, el mundo que capta a los lectores hasta la puntita más escondida de nuestra espina.




Hace pocas semanas, en una tarde de poesía en una universidad del conurbano, leí en público la mayor parte de los poemas de este libro sincero y, al terminar, me pidieron, con ese tipo de ansiedad alegre que resalta las miradas, si podían verlo y tocarlo. Mientras lo hacían, percibí ciertas expresiones corporales que no podría explicar, sólo recuerdo una voz femenina que dijo: “gracias por leer esto, me llegó a un lugar que me hizo llorar”. Y yo confirmé elevando el pecho, en mi silencio más asertivo, que la poesía es aún un impulso exploratorio, una piel cálida que ofrece, desinteresada e instantáneamente, la comprensión.


Autora: Melisa Papillo
Editorial Simulcoop

lunes, 24 de junio de 2013


Comentario

Formas de la extranjería
Por  | LA NACION


Autora, entre otros, del libro de poemas Espacios naturales y del volumen Pollera pantalón, cuentos de género, Paula Jiménez España (Buenos Aires, 1969) acaba de publicar su octavo título. La vuelta narra una travesía a la vez territorial e interior, un desplazamiento transoceánico y también afectivo, una aventura que permite al personaje femenino que se perfila en los textos alejarse "de lo que había perdido/ su brillo original", sobre todo en lo referido a la relación amorosa.
Los poemas, que muestran el momento previo a la partida ("Qué vas a hacer ahora, preguntaste/ cuando salí del baño. Yo contesté: viajar") y el inmediato posterior al regreso ("Me invitaste a comer ni bien volví"), imitan el vaivén emocional de la protagonista, mujer enamorada de otra mujer.Noches de luna frente al mar, "más sola que los perros", o en la selva, luego de haber tomado "el jugo de una planta/ más amargo que el vino y concentrado/ como una medicina o un veneno", pausan el reencuentro y la salida de un estado de excepción, incomprendido hasta el momento en que termina.
La retórica de Jiménez España, en la que confluyen el tono coloquial de una conversación entre amigas que vuelven a verse luego de un tiempo y la lujuria verbal aplicada a los paisajes vividos, concede a la condición de extranjera una cualidad próxima y casi cognitiva: "Ahora pienso que el turismo miente/ que alguna gente se va para buscar/ lo que no tiene y otra/ se va para olvidar". La cuidada y artesanal edición de Simulcoop contiene ilustraciones de Ana Belén Barbieri.
  • La vuelta
    Paula Jiménez
    España
    Simulcoop
    60 páginas
    $ 80

miércoles, 22 de mayo de 2013

Carlos Battilana en Pan y Arte presentando La vuelta de Paula Jiménez España


(En: Pan y Arte, Boedo, 9 de mayo de 2013)

         La vuelta, de Paula Jiménez España, narra las peripecias de un viaje y distingue dos modos de estar en lugares extraños y, hasta ajenos, a los del propio ámbito. La mirada del turista es aquella que acumula postales sin salir de los perímetros cómodos de la casa; casi como si no hubiera viajado, el turista se aferra a su mundo y se desplaza en el sosegado territorio de sus costumbres y, tan sólo, casi como una jactancia burguesa y cierta dosis de envanecimiento, concede mirar lo que acontece afuera con los prismáticos de su quietud. La mirada del turista se contrapone, claramente, a la del viajero. La condición del viajero es la del explorador, y forma parte del espíritu de aquel que se deja llevar por el azar y el afán de un conocimiento que lo arrobe, o para usar un juego de palabras, que le robe parte de sus certezas. Pero viajar también consiste en olvidar, deshacerse de las cosas del pasado que pesan como destartalados bártulos en las grietas de la memoria y el corazón. Sus efectos, que también pueden tener marcas físicas (el sudor, las lágrimas, las arrugas) se sumergen en un agua novísima que, si bien no desaloja del todo los recuerdos de la felicidad y el dolor, al mismo tiempo proponen un flamante punto de vista que nos sitúa en una perspectiva distinta. Ese movimiento ya es un viaje, un desplazamiento que nos colma, de alguna manera, de esperanza, e incorpora una nueva temporalidad en el horizonte, la de los días por venir.

Si hablamos de “vuelta”, este poemario de Paula Jiménez España evoca, a través de su título, a otros viajes de la tradición literaria, desde la Odisea hasta los itinerarios aéreos, subterráneos y submarinos del gran Verne. Voy a mencionar un viaje caro a nuestra cultura que, precisamente, se denomina de la misma manera: La vuelta de Martín Fierro. Antes del regreso de las tolderías, antes de su vuelta, Fierro junto con su amigo Cruz, emprenden un viaje de ida hacia lo desconocido y, en esa primera, y notable parte, se despiden de un espacio destinado a lo que la tradición liberal llamará la “civilización”, en busca de lo que conservaba aún el nombre de una otredad negativa: la barbarie. O aquello que supera la barbarie, pues el sitio hacia el que se dirigen es la otredad más allá de la cercana y prevista por la civilización liberal encarnada en la figura del gaucho; esta otredad otra es la del aborigen. Los dos amigos, entonces, deciden no sólo huir, olvidar los avatares policiales y los conflictos personales con los que han convivido durante mucho tiempo (la mala vida llamaría Paula a esta experiencia), sino emprender el viaje hacia el territorio del mal. La nostalgia todavía los envuelve y, en una de las escenas más tristes y conmovedoras de nuestra literatura, Hernández cuenta el acontecimiento con gran destreza artística: “(…) y pronto, sin ser sentidos,/ por la frontera cruzaron.//Y cuando la habían pasao,/ una madrugada clara/ le dijo Cruz que mirara/ las últimas poblaciones;/ y a Fierro dos lagrimones/ le rodaron por la cara.” El mal debe entenderse con comillas, concebido como la otra cara de la moneda, el lado oscuro y fascinante que lleva a desenmascarar los diversos pilares en los que se asentaban el saber y la cultura de la época. En esta dirección, pero en otro contexto cultural, el mal paradigmático que imaginó la poesía moderna es, en verdad, el “mal” benefactor de las flores enfermizas y la temporada infernal, un mal que conmovió el imaginario bienpensante del que no ha comerciado lo suficiente con cosas atribuidas a Satán: “Lector apacible y bucólico/ sobrio e ingenuo hombre de bien/ tira este libro saturnal (…)/ Si no has estudiado retórica/ con Satán (…)/ tíralo”. Sin falsos manierismos, esa poesía nos educó en la desolación, pero también en la abolición de las certezas, y habilitó un viaje donde se tatuaba la experiencia  en el cuerpo y el espíritu.

 Con ojos renovados, con la mirada un poco más sabia, la persona que vuelve de un viaje transformador es capaz de tocar aquello que la ha conmovido. “Estar de vuelta” es un cliché, una frase hecha que entraña sabérselas todas, conocer las trampas, las vicisutudes o las picardías que provee el lapso de una vida. En este libro de Paula Jiménez España es distinto. Lo que significa “estar de vuelta” es la posibilidad de enunciar, pero ya lejos de la jactancia y el saber abstruso. Por fin el yo que enuncia podrá narrar, a veces literalmente, otras en forma de analogía y metáfora, aquello que lo ha conmovido de manera capital. Ese dolor de fondo, bautizado en la inmersión de un viaje exploratorio en el afuera y el adentro, no es un indicio del que se regodea con la melancolía, sino un signo de vitalidad, un signo benefactor: “Por muchos días/ las imágenes de aquella noche/ quedaron en mi corazón/ lo hicieron dulce como los duraznos/ que brotan en la rama y se deshacen/ en la boca sagrada de la vida/ después de cada invierno”.

            El viaje, o la naturaleza de este itinerario que emprende Paula Jiménez España, se define como un “viaje aventurero”. Una actividad, la del viaje, que puede regodearse en el cosquilleo de la aventura, pero que, muchas veces, adquiere la fuerza de la voluntad y el arrojo. En clave personal, haciendo de la valentía un tópico secreto, La vuelta postula la ruptura del aire anodino de la costumbre y propone un periplo que recoge piedras y tesoros del pasado y, también, se aligera: el viaje de la experiencia y el del despojamiento supone, en este caso, un lenguaje sustentado en las virtudes de la claridad y la comunicabilidad, formas arduas de los mejores poetas. Podemos entrever otro viaje, además de los mencionados, el viaje gnoseológico. “Quería conocer lo nuevo” afirma la poeta. ¿Qué será lo nuevo? “En la cumbre de ola de lo nuevo es donde se refugia lo antiguo, pero en su ruptura, no en su continuidad” decía Thedor Adorno. ¿Qué será lo nuevo? Lo oscuro del misterio. La metabolización de la experiencia. Aquellas zonas que desconocemos de sí y del otro, lo que apenas sospechamos, un viaje que emprendemos a las arenas movedizas de la incertidumbre, una fe que atraviesa las aguas del río de Heráclicto, el río del cambio, que puede hacer más cierto nuestro estreno en los avatares de la alegría.

Dijimos que este viaje tiene el propósito de la aventura y el conocimiento, pero no deja de iniciarse como un acto de la voluntad. La voluntad, una noción, a veces, ensombrecida o que, a menudo, carece de buena prensa, implica el brío del que desea vivir, y el esfuerzo en romper con aquello establecido y ya distante de la vivacidad. Conocer lo nuevo, alejarse de lo que ya ha perdido el brillo original es, no sólo presentir un malestar, sino comprender que viajar a otra parte es abrir una puerta a las infinitas formas de lo desconocido, confiar, ahora sí, en la improvisación como hoja de ruta del deseo, de eso oscuro que anhelamos desde antiguo.

Carlos Battilana  

sábado, 18 de mayo de 2013

Entrevista a Paula Jiménez España sobre La vuelta (Editorial Simulcoop, 2013), por Verónica Dema - Boquitas Pintadas (La Nación)


El lesbianismo como extranjería


Paula Jiménez España vuelve y, como después de cada viaje, vuelve distinta, es otra y también es su propio recuerdo. Su nuevo libro de poemas La Vuelta (Editorial Simulcoop), que presenta este jueves 9 en Pan y Arte, en el barrio de Boedo, es la historia de un viaje metafórico que también simboliza esa especie de globo que se vive durante la juventud. “Siento que pasada la juventud se retorna a cierto lugar”, dice la poeta. “A medida que te vas haciendo adulta te vas separando de la mirada social, te vas individualizando”, reflexiona en otro momento de la entrevista conBoquitas pintadas.
Poder hablar, por ejemplo, de su amor hacia otras mujeres, con todas las letras, es -cree Paula- una consecuencia de ese proceso madurativo. Por eso define sin tapujos: “Este es un libro de amor torta”.
Decía San Francisco que haber ido a la Tierra Sagrada / le enseñó que no hay tierras sagradas. Conocí una antropóloga / capaz de asegurar que todos los lugares son el mismo. / Pero cuando gente como yo/ sin esperarlo, encuentra unos ojos como aquellos / creemos haber ido de una vez a la luna / y el pastito de las veredas / o los dibujos que hacen las baldosas / nos parecen las maravillas de un museo.
Paula Jiménez España; foto: Sebastián Rodeiro, LA NACION
- ¿Cómo surge La Vuelta?
- Surge después de una reunión de amigas a las que no veía hace mucho tiempo. En verdad es como una historia de quien se reconoce de vuelta de la juventud. Es la historia de un viaje metafórico, pero es como alguien que se fue lejos y que cuando retorna se encuentra con que lo que ha pasado es tiempo. Algunas cosas siguen siendo iguales y otras han cambiado completamente. Ese sería, si hubiera en la poesía, el argumento. Lo que trato de metaforizar es esa especie de globo que se vive durante la juventud. Siento que pasada esa juventud se retorna a cierto lugar. Por eso cito a Patti Smith: “Solo la juventud puede saber lo que hay en el corazón de la juventud”. Ahora, por más de que yo intente rescatar aquello o hablar de lo vivido, eso quedó en el tiempo.
- En el primer poema decís: “Ahora pienso que el turismo miente / que alguna gente se va para buscar / lo que no tiene y otra / se va para olvidar”: ¿Qué es el viaje para vos?
- Los viajes transforman, aunque uno crea que se va en un tour a Brasil. Creo que hay algo que tiene que ver con el espíritu en el desplazamiento y el turismo quiere generar una cosa pero a la gente le pasa otra.
- Hablás de viajar para olvidar un amor, también
- Muchas veces es la intención, pero cuando retornás puede que algo permanezca igual, a eso me refiero en el poema del perro. Concretamente ahí estoy hablando de una mujer que no pudo ser del todo olvidada.
Digamos que una entiende, a su regreso, / que es igual a los perros que ha tenido / que escondió su hueso años atrás y al encontrarlo / se encandila nuevamente con la luz / de esa viejísima elegría.
La Vuelta, de Paula Jiménez España
- En uno de los poemas hablás del gusto amargo de despertar lejos de ella sobre un colchón prestado. En el viaje también se extraña: ¿ese es el centro del poema?
- En los viajes largos hay un lugar en el que se recuerda. Quizá los viajes cortos son más efusivos, más llenos de sorpresa. Pero cuando viajás lejos te empezás a estacionar en las cosas pasadas, también. Lo que intento, además, tratar en el libro es esta idea de la juventud como extranjería: salís de tu familia, de tu círculo conocido y te vas a vivir nuevas realidades donde siempre sos nueva, porque sos joven. Está siempre el tema de lo extranjero y de querer caer bien para no ser expulsada de los lugares nuevos. Ese extrañamiento está presente en los poemas.
- Este es un libro de amor, también: ¿Fue pensado así?
- Sí, es un libro de amor torta. (Se ríe)
- ¿Ser poeta, te ayudó a pensar mejor lo que te pasa en términos amorosos?
- No, te diría que al contrario. Recién ahora que tengo 43 años puedo hablar más sin prurito sobre el amor, porque hasta acá tuve mucho miedo, me refiero en los libros anteriores, de hablar del amor desde lugares comunes, o de volverme cursi. Recién ahora le perdí un poco el miedo y hablo desde un lugar austero y nada rimbombante. Viendo que puedo hablar desde ese lugar me animo a hacerlo.
- En el libro está plasmado tu amor hacia otras mujeres: ¿sentís que ahora lo podés decir así tan abiertamente en tu poesía?
- Ahora recién lo digo con todas las palabras. En Espacios Naturales (Ed. Bajo la Luna) también es un libro de duelo, del amor perdido; no fue a propósito, pero no le puse género a la persona que perdí, de la que hablo en ese libro. En este libro, en cambio, hablo de una mujer. Enamorarte por primera vez es una experiencia, pero enamorarte por primera vez de alguien del mismo sexo es un dato más de la extranjería porque te sentís una persona distinta al círculo de las personas que te rodean. Entonces, desde muchos lugares se genera el patrón de lo extraño en ese libro, cómo el sujeto se percibe como extraño. Porque está fuera de lugar, fuera de lo esperable. Trato de rescatar también esa singularidad.
- ¿Poder hablar de esto es parte del ser adulta, de esa vuelta?
- Es una consecuencia. También a medida que te vas haciendo adulta te vas separando de la mirada social, te vas individualizando. Poder hablar de esto es una consecuencia de ese proceso madurativo.
- ¿Sentís que antes le buscabas la vuelta para hablar del amor sin nombrar a la persona amada?
- No había un esfuerzo, debía ser muy grande la represión interna porque ni siquiera hacía el esfuerzo por no nombrar, simplemente no me ocurría escribiendo poesía. También quizá porque cuando se habla del amor o del dolor ni siquiera necesitás referenciar al otro, la poesía es un terreno para hablar de la experiencia subjetiva íntima, no de la persona a quien dirigimos nuestro amor. Digo, si acá lo traigo es justamente porque el hecho de que sea otra y no otro la destinataria de ese amor contribuye a la idea de la extrañeza, de la extranjería. Lo necesito como dato también.
Una vez, mientras viajaba en micro / camino a no sé dónde / oí berrear a un chico cerca de mí, en plena noche. / Te imaginé en un asiento reclinable / unas filas atrás / meciéndolo, buscando / el ritmo que logra apaciguar / su angustia entre tus brazos. / En mi imaginación eras tan joven / como la última vez / como si los hechos se hubieran sucedido / sin dejarte sus marcas./ No aparecían en tu cara las arrugas / marcadas por la pena o la alegría / de aquella que vos fuiste: una mujer / sensible y suave / a la que quise con respeto, inútilmente / como a una piedra preciosa.

Los poemas publicados en este post son del libro La Vuelta, que se presenta este jueves 9 a las 19 en Pan y Arte (Boedo 880), Ciudad de Buenos Aires. Acompañan en la presentación María Julia de Ruschi y Carlos Battilana; Música: Zulma Ducca y Laura Boscariol

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